Llevábamos tiempo observando al pequeño que según en qué situaciones se golpeaba a si mismo llamándose tonto o malo. Habíamos detectado que en la escuela algún que otro niño la tenía tomada con él. Quisimos gestionarlo con el sin darnos cuenta de que esta teniendo mayor magnitud de lo que creíamos.
Una tarde al regresar de pasear por el campo, el niño estaba especialmente irritable, y tras decirle que a ver que le pasaba se encerró en mi mismo queriendo esconderse, refugiarse y auto lesionarse. Como le vimos, le repuntamos que a ver que sucedía, y recostándose en el suelo nos dijo, ¡hacedme pupa!
El asombro de su padre y mío fue considerable…
– ¿Por qué dices eso cariño?
– Porque soy tonto y malo.
En casa no eran mensajes que pudiera haber recibido de nosotros, ni de su hermana mayor, por lo que le preguntamos acerca del colegio.
En seguida nos miró a los ojos diciéndonos que si, que le pegaban por tonto los otros niños, y que la maestra no hacia mas que decirles que eran malos.
La herida de humillación se puede activar con hechos así, y se traduce en adultos masoquistas que buscan relaciones que les hacen sentir víctimas, inferiores y culpables de todo.
¡Cuidado!
Las palabras y los actos son más importantes de lo que estimamos.
Leire
leire@leirebenito.com
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