Nuestra mente, es un órgano con una plasticidad inimaginable, y será tan flexible como la ejercitemos, cuanto más trabajemos en ella, cuanto más la mimemos y cuidemos.
Uno de los cuidados más importantes que podemos hacer por ella, es vigilar en lo que nos focalizamos, en que cosas nos fijamos, en que cara de la moneda, si en la cara o en la cruz.
Así pues, la mente va a ir adquiriendo por si sola la capacidad de fijarse en lo bonito, en lo bueno de cada instante, ya que siempre por malas que parezcan las situaciones o momentos, hay algo bueno en ellos, aunque en ese momento creas que el Karma tiene una cuenta pendiente contigo.
El primer paso, es observar desde donde vivimos las experiencias, con que ojos las observo, ¿Desde el juicio? Buscando situaciones que criticar y evaluar. ¿Desde el miedo? Buscando situaciones de las que huir ¿Desde la competitividad? Buscando siempre sobre quien quedar por encima ¿desde el amor? Viendo en cada situación una opción de crecimiento, de posibilidad, de positividad…
Cuando somos padres, empezamos a ver desde todos estos puntos de vista, y sin darnos cuenta, nosotros mismos alimentamos esas emociones de las que luego queremos escapar…
Así, tenemos el segundo paso, que es aprender a reconocer que es lo que nos ocurre para poder estar siempre con nosotros mismos, este hecho, nos permite estar más felices, y por tanto más conectados a lo positivo que ocurre a nuestro alrededor, ya que los momentos negativos los aprendemos a equiparar a las emociones “negativas”, así como aparecen, si les ofrecemos su espacio, también pasan, se van, no nos quedamos enredamos en ellas.
Finalmente, solo queda ir ejercitando estos pasos, para volverlos rutinas y finalmente, parte de nuestro ser.
Un ejemplo: nuestro hijo no quiere bañarse, si me enfoco en lo negativo – pérdida de tiempo – discusiones – me está tomando el pelo…. Seguramente acabaremos con toda nuestra energía y fuerzas, nos saturaremos y según nuestro sistema lloraremos o gritaremos…para mí, los pasos son:- me observo, veo que actúo desde la autoridad, por ejemplo, yo mando y tú vas a la ducha (aunque la realidad es esta, es más adaptativo que el entienda que tiene que bañarse), que siento: – estoy cansada, quiero que me haga caso, quiero que no me discuta… una vez aceptamos todo esto… (Y lo sé porque tengo un niño de dos años que cada día me dice No a bañarse) viene la aceptación, vale: yo estoy cansada y tú quieres crear tu personalidad, quieres hacer lo que quieras y eso no es posible, ¿qué hace mi mente adiestrada para lo positivo? Piensa más tiempo para estar juntos hasta que sea hora del bañito, juego a olerle los pies, que huelen a “hemos trabajado mucho y tenemos derecho a refrescarnos” y enseñarle las manos (casi siempre negras del parque o de jugar con tierra) y le explico y recuerdo toooodooo lo que hemos hecho y la necesidad de limpiarnos ya que aunque todo sea muy divertido, nos deja muy sucios y hay que ir a la camita limpios y oliendo bien, así dormiremos más y mejor.
Así pues, podemos empezar por cosas simples como estas, que parecen ridículas, pero que al cabo del día nos resta mucha energía y si le damos la vuelta a la situación, en vez de gastárnosla nos la repostará. Para mí, ver a mi hijo reír a carcajadas cuando ve mi cara de oler pies no tiene precio, acabamos riéndonos los dos sin parar enlazándolo con lo que hemos hecho y el contando todo lo que le ha encantado, finalmente, sólo será cuestión de seguir el juego pero en la bañera.
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