Que tu meditación sean tus hijos
“Nuestros hijos son nuestra meditación” Jack Kornfield
Como decía Ram Dass, autor de “Aquí y Ahora”, que si crees que estás iluminado, mejor pásate una semana en casa de tus padres. Así comprobarás la calidad de tu iluminación. De la misma manera podríamos plantearlo de cara a nuestros propios hijos. Puede parecer para muchos complicado aquello de meditar, pero lo realmente complejo es convivir con la familia, la cual toca para aprender lo que esté en nuestra misión de vida, la cual no eliges de forma consciente. Y más aun mantener el equilibro mientras atendemos a los niños, jugamos con ellos, cuidamos el hogar, preparamos comidas, y seguirnos los ritmos muchas veces acelerados de la vida familiar.
La meditación reside ahí, en nuestra propia practica diaria, en nuestras circunstancias de vida reales, en la crianza de nuestros hijos, en nuestra relación de pareja, la familia y los amigos. Para una madre o padre es fácil irse de vacaciones a un retiro de meditación, pero cuando vuelve tiene que saber sostenerse en esa actitud. Meditar es una forma de vida, de vivir atento plenamente y eso requiere de ejercer nuestra voluntad, y vivir lo que nos toca en cada momento. Así mismo siempre que sea posible regalarse retiros eventuales como punto de recuperación, de reencuentro con uno mismo, van muy bien tanto para los papás, los niños y la pareja.
La crianza de nuestros hijos ayuda a que emerja de nuestro inconsciente información que tocará trabajar. A veces brotan nuestros anhelos profundos, aquellos que encerramos en nuestro sótano interior por miedo a ser como éramos. Otras veces el llanto de los niños puede despertar en nosotros el miedo mas profundo a no saber hacerlo bien. Así mismo afloran otras voces como el abandono, la necesidad de vivir la vida y rebelarse ante el sistema, las voces de querer ser y no poder, mil ruidos que si nos atrevemos a escucharlos y mirarnos a través de los ojos de nuestros hijos, alcanzaremos momentos que iluminarán esas partes que a que día encerraste en el sótano oscuro.
Nuestros grandes maestros, nuestros budas particulares son por tanto esos niños que tanto adoramos. En ellos la felicidad es un estado natural siempre y cuando sus necesidades básicas estén satisfechas. Y tan solo se necesitan nutrirse, amor, y paz.
Comentarios recientes